“No debes compararte”. Esa es una frase que escucho desde que tengo consciencia. Mis padres me la repitieron en cada ocasión que vieron venir un “pero es que ella…” “es que como él…” “yo también quiero…”
Sin embargo, tenerla tatuada en la mente no ha evitado que caiga en el foso de la comparación repetidamente a lo largo de mi vida. De hecho, sin darme cuenta, estaba en una de esas fases en las que veía puras barreras a mi alrededor y un campo abierto para otros.
No vislumbraba la luz y mucho menos entendía como otros hablaban de soñar, hacer, pasión… como si esto que llaman adultez lo permitiera tan fácilmente. A mí la etapa me estaba cayendo encima como un cúmulo de responsabilidades aplastantes que parecía limitarse a números y trámites.
Seguir mis indefinidas pasiones, armar mis fantasiosas listas de proyectos, trazarme un plan de vida en una marea de cambios… nada de eso me estaba funcionando. Leí textos, seguí consejos, busqué respuestas en cuanto formato había… y al final estaba llegando a la conclusión de que quizás esa era mi fusión. No una soñadora, no una apasionada, no de las que hacen. No. Sencillamente soy de las que busca.
¿Buscar qué? Ni yo lo sabía. Poco rumbo y nada de estrategia. Pero pasaba horas siguiendo cosas que me interesaban sin saber muy bien el porqué. Sencillamente había un “no sé qué” que me hacía seguir viendo, leyendo, anotando.
Y como “quien busca encuentra”, me tropecé con este video.
Pues resulta que ese “no sé qué” tenía nombre y era/es mi curiosidad. Gracias Elizabeth Gilbert.
Cuando creía que tenía que ser una persona súper definida en la vida, descubro que no es necesario y que estar en esta búsqueda, me hace entender que quizás, por ahora, soy una persona de recorridos, no de destinos.
Nunca he sido constante escribiendo porque me mata la idea de escribir lo mismo que todo el mundo. ¿Por qué? Porque termino comparándome. Pero ya que ese “no sé qué” tiene nombre, vamos a ponerlo a valer por aquí, porque más que soñar, hacer, seguir… busco (y también comparto).
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