Tenía 12 años cuando mis papás me prestaron su Sony Mavica (ujum… la del diskette) y tomé mis primeras fotos para un concurso de fotografía del colegio (que luego cancelaron, pero esa es otra historia). Mi papá aún las tiene guardadas porque, según él y su muy objetiva visión paternal, se sorprendió con mi “buen ojo para la composición”. Y yo me lo creí todo. En mi temprana adolescencia me sentía como fotógrafa de NatGeo.
Me gustaría decirles que desde ese día seguí mi pasión y la fotografía me ha acompañado toda mi vida , pero no, no fue el caso. Con el tiempo la cosa fue muriendo y yo ni cuenta me di… hasta el año pasado en mi viaje a China.
Fotos del viaje a China de mi Instagram
Fue increíble. La espinita de la fotografía reapareció. Me sentía como pez en el agua con mi cámara en el cuello, tomando fotos aquí y capturando momentos por allá. Todo parecía perfecto. Pero tengo que confesar algo: siempre usé el modo automático (shame, shame… a lo GoT).
En otras palabras, no tenía ni la mínima idea de cómo usar mi réflex y, teniendo en cuenta lo que costó esa cámara, no saberla usar era una MUY mala inversión.
Eso de distancia focal, velocidad, ISO (y pare usted de contar) era como un mundo de sombras y tinieblas para mí. De mi -muy técnica- clase de Fotografía Publicitaria en la universidad solo me quedó un fuerte trauma que involucra operaciones matemáticas y tamaños de pixeles. Aun hago terapia.
Así que como supondrán, decidí que necesitaba un curso de fotografía. Pero no uno cualquiera. Quería uno pro pero relajado y sutil. Así con terrones de azúcar en cada lección y una dinámica cero presión que me permitiera disfrutar de la fotografía (sin operaciones matemáticas y pixeles. Gracias).
Mi búsqueda en Internet no fue muy provechosa, lo que me gustaba no era pagable o duraba mucho tiempo o cualquier otro “pero“. Yo tiré la toalla. Me había desentendido del asunto, hasta que un día, sin buscarlo, un amigo fotógrafo me comentó sobre la escuela de fotografía de mis sueños, la de Jackie Rueda.
Fotos de Jackie Rueda. Si no la conocen, dejen de leerme y vayan YA a su site.
Me gustaría decir que ella logró sacarme la espinita de la fotografía pero no, es más, creo que hizo que se incrustara aun más.
Fueron cuatro semanas en su curso L’Atelier (regalo de Fran por Navidad). Pero como no quiero darles un review eterno sobre lo maravillosa que es la #EscueladeJackie, me limitaré a decir tres cosas:
- No tomo fotos buenas -aun- pero ya SÉ qué tengo que hacer para lograrlo (y no incluye el modo automático).
- Nadie me ha separado -ni me separará- de mi cámara.
- ¿Alguien duda que recomiendo el curso?
Dicho esto, espero que la agonía de fotos malas sea corta y que nadie sucumba en el proceso.