Este año cumplí 10 años de graduada de bachiller -sí, así sin mucho aviso- y casualmente en mi último viaje a Venezuela me reencontré con mis camisas del colegio, las firmadas*. No voy a negar que entre lo trabajoso que fue leer las notas en letra palmer, escritas con sharpies corridos sobre telas que datan fácilmente de hace más de 15 años, fue un momento lindo. Mis recuerdos del colegio son fabulosos y estaba siendo curiosamente acogedor reencontrarme con todas esas reliquias, hasta que me percaté de un detalle: “PD: Nunca Cambies”.
No exagero cuando digo que además de “me encanta tu acento” (los que me conocen entenderán), “PD: Nunca cambies”, era la frase que ocupa el 90% de cada camisa: la de 6º grado, 9º grado y 5º año. Todas. Toditas.
¿Por qué? ¿Por qué pensábamos así?
Estoy segurísima que yo también escribí en otras 76 camisas esa mismita frase, sin la mínima compresión de su trascendencia, y pensando que era un gran halago decirle a alguien que está bien que no cambie su “yo” de 12, 15 y 17 años respectivamente.
Me demoré algunos años y una carrera de psicología en entender que el cambio, no es que es bueno, es que es necesario y natural. Pensar que algo es inmune al tiempo, o anhelarlo, es un perdida de justamente eso: tiempo.
Obviamente para ser psicólogo tienes que valorar el cambio. Pero creo que todos deberíamos entender que quedarnos atados a una realidad que no es la del aquí y el ahora, no solo nos estanca sino que limita nuestro campo de acción. Aceptar que somos seres dinámicos nos da la capacidad de reinventarnos, de adaptarnos y de evolucionar.
Cambiar se mueve en dos direcciones, para bien o para mal, pero sea como sea es parte de nuestras vidas. Lo importante es ser conscientes de ello y empoderarnos en nuestros constantes cambios manteniendo nuestra esencia, es decir, cambiar no es querer ser quienes no somos, es sencillamente la búsqueda de adaptación a nuestro entorno intentando ser la mejor versión de nosotros mismos, que en mi opinión se resume en “no hacer daño, ni a ti mismo ni a otros”.
Lo fabuloso de esto es que aplica de la misma manera para las marcas, las que deciden quedarse estáticas terminan muriendo. Pueden quedarse aferradas a elementos fundamentales de su esencia pero siempre deberán buscar espacios para la evolución y la adaptación a las nuevas demandas del mercado (como El Corte Inglés que tiene el mismo logo desde 1962, pero ha evolucionado elementos menos arraigados, como la infraestructura de sus tiendas o su tono comunicacional) y entre más rápido lo aceptemos, menos doloroso será el camino (pensemos en Blackberry o Kodak… un momento de silencio, por favor).
Yo solo espero que hoy en día haya menos niños escribiendo “PD: Nunca cambies” y más conscientes de que son, justamente ellos, a quienes les sobran oportunidades para ser y hacer.
*En Venezuela, todo el país, utiliza camisas/chemises blancas para la primaria, azules para los primeros años de bachillerato y beige para los últimos dos años de colegio. Cada vez que se pasa de una etapa a otra, se firman las camisas del color que se ha superado.
Comentarios
Hay 3 comentarios en este artículo.
Ylva
Mi querida Natalia, me llevaste a mi adolescencia, gracias.
Como bien describes y recuerdo con alegría: en tres momentos me “rayaron” la camisa.
A partir de tus palabras reflexiono: Pasar de una etapa a otra, es complejo; a toda edad, me atrevo a decir que más complejo se vive en la adolescencia, donde se “adolece” de todo…
Que en tus camisas el 90% esté escrito “No cambies”, fueron nuestras voces adolescentes resistidas a lo nuevo, desconocido y diferente. Que sabio que hubiera un espacio en una camisa para escribirlo, sí, que sabio ritual rayarnos las camisas. No es más favorecer la transición de una etapa a otra.
Alguien dijo: Lo único permanente es el cambio. Y sí, afortunadamente. Ahora, las transiciones y los tempos individuales mientras sucede ese cambio, hay que valorarlos. Es permitirnos experimentar el movimiento de algunas estructuras íntimas, únicas, y que sí logramos conectarnos con esos contenidos podremos rescatar lo verdaderamente valioso, y convertir en potable y sana toda experiencia nueva.
Y yo espero ser más sabia para entender lo natural: cambios-resistencia-transición-introyección.
Gracias preciosa, por trasladarme y hacerme reflexionar.
Esther
Hace muy poco, limpiando el maletero, me topé con las camisas de mis hijos, blancas, azules y beige… Todas firmadas y en todas un “no cambies”. Nostalgia y a la vez satisfacción de ver cuánto y cómo cambiaron! Te felicito, bello escrito