Saber no es suficiente. Saber no sirve de mucho si se queda solo ahí, en eso, en conocimiento, sin transformarse en hechos. Sin compartirse. Y (quizás) yo soy el mejor ejemplo de ello.
Años de estudios, cursos (muchos), experiencia y credenciales certifican que sé de lo que hablo, que estoy habilitada para ello y que además, lo disfruto enormemente y se me da bien. Pero, de qué sirve si, cuando tengo la oportunidad de compartirlo, expandirme y utilizar ese conocimiento para beneficio propio, es justo mi mente la que se encarga de jugármela y sabotearme el crecimiento.
Así que aquí estoy, comenzando este 2020, exponiéndome en pleno y confesando mis miedos más arraigados en mi propio campo, en ese dilema de saber que quiero ser “ejemplo de lo que predico”, pero que termino utilizando el “en casa de herrero, cuchillo de palo”… porque sí, señores y señoras, en esto de la marca personal, soy mi clienta más complicada.
Las razones son varias, pero quiero comenzar este año con tres, quizás de las más recurrentes y las que no solo veo en mí sino en muchas de mis asesorías, así que quizás tú también te identifiques con alguna de ellas. ¡Aquí vamos!
Cambiar de opinión: A veces siento que en la era de lo digital estás condenado a que te juzguen indefinidamente por tus errores y la “solución” aparentemente más fácil es callar. Pero también es la más frustrante. Si eres como yo, una opinóloga con causa, amante de la palabras y los debates, dejarte llevar por el miedo a ser juzgado pesa y mucho. Así que quedan advertidos, cambiaré de opinión, no sé si mucho o poco, pero lo haré. Ya lo decía Roosevelt: “Solo los idiotas no cambian de opinión”.
No ser relevante: Llover sobre mojado, hacer algo que ya otros han hecho o dicho, carecer de “chispa” para resaltar… uff, ¡llegar tarde! Esa sensación que me carcome por dentro cada vez que tengo una idea pero le quito el valor que tiene por no ser única. ¡Benditas ganas de querer descubrir el agua tibia! cuando sé que mi tono y ser yo es lo que marca la diferencia. Ni mencionar el círculo vicioso que es dejar de hacer por overthinking. Pero déjame decirte(me) que cuando dejas de hacer, obviamente, otros harán antes que tú.
Los límites de lo público y lo privado: En mis asesorías siempre repito que es igual de importante saber qué se quiere compartir y que no. He hecho el ejercicio varias veces y aunque tengo claros mis “no”, siempre me encuentro dudando de mis “sí”. Toda mi vida me he considerado una persona muy reservada y prudente, valores que chocan con mis ganas de compartir más sobre mí y lo que hago día a día. Siempre he sido de las que trabajan detrás de cámara y eso ha sido un dilema desde que decidí tener mi propia marca. De hecho, la primera vez que hice un intento de blog fue anónimo, pero mi trabajo requiere de imagen y confianza, por lo que pronto me di cuenta que había una gran incongruencia. Así que aquí estoy, seis años después de ese primer intento aún luchando con algunos de esos demonios, pero convencida de que estoy en el camino correcto para evolucionar mi sistema de valores, logrando reconciliar mis sueños con mis creencias para, finalmente, completar la fase en la que siempre me paralizo: ¡la ejecución!
Así que sí, soy Natalia Perea, experta en marca personal, combatiendo el overthinking que la frena a la hora de darle más salida a la suya. Mi meta del 2020 está clara, pensar “menos” y hacer más. ¡Y espero que la tuya también! (si lo de la marca personal también te suena).
Gracias por seguir (o comenzar) acompañándome en este proceso.
Nos leemos un próximo lunes.
Nat.